Una empresa estaba en situacion dificil, las ventas iban mal. Trabajadores y colaboradores estaban desanimados. La situación financiera del negocio era crítica.
Había que hacer algo. Nadie quería asumir nada. Por el contrario, el personal reclamaba pero sólo decían que alguien debería tomar la iniciativa de revertir aquel proceso.
Un día, cuando los funcionarios llegaron a trabajar, encontraron en la entrada de los jefes un enorme cartel que decia:
“Falleció ayer la persona que impedía el crecimiento de nuestra empresa. Usted está invitado a participar del velatorio en el salón de los deportes”.
Al principio todos se entristecieron ante la muerte de alguien. También sintieron curiosidad por saber quien había estado bloqueando el crecimiento de la empresa.
Desorden en el salón de deportes y fue preciso llamar a los guardias de seguridad para organizar una fila. A medida que las personas iban aproximándose al cajón la excitación aumentaba.
- ¿Quién era el que había estado bloqueando el progreso? - se pregunta uno.
- ¡Qué suerte que este infeliz se murió! - aseveraba otro.
Uno a uno se aproximaban al cajón. Sorpresa al mirar al difunto. Se quedaban pasmados en seco. En absoluto silencio como si hubiesen sido heridos en lo más hondo de sus almas.
Pues bien, ciertamente jamás habría imaginado lo que había en el fondo del cajón En el cajón había… ¡un espejo!
Sí, como lo está leyendo: ¡Había un espejo!
Conclusión:
Sólo existe una persona capaz de limitar su crecimiento: Uno mismo es la única persona que puede cambiar su vida. Es la única persona que puede perjudicar su vida. Es la única persona que puede ayudarse a sí mismo. Es inútil hallar culpables para sus fallas. Es inútil inventar disculpas. Simplemente se trata de cumplir lo que se promete a sí mismo y a los demás.
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