Larry y Jo Ann eran un matrimonio corriente. Vivían en una casa cualquiera, en una calle como todas. Como cualquier otro matrimonio común, luchaban para llegar a fin de mes y para dar a sus hijos todo lo necesario.
También eran como todos en otro sentido: se peleaban. Gran parte de sus charlas se referían a lo que no iba bien en su matrimonio y a cuál de los dos era el culpable.
Hasta que un día sucedió algo extraordinario.